Ruta

Sendero Arriate – Vértice Geodésico “Cerro de Las Salinas”

Comenzamos nuestra ruta por la carretera asfaltada que tenemos junto a dicho mirador, denominada “Pista de Ronda”, la cual nos lleva hasta el denominado Río Guadalcobacín. Durante este camino, por uno de los bordes, las huertas van paralelas al río, encontrándonos por el otro borde con cortados típicos de nuestras gargantas.

Una vez que llegamos al curso del río, tras unos 700 metros, el camino asfaltado desaparece para dar lugar a un carril de tierra que nos sube hasta el popularmente conocido como “Cortijo del Marqués”. Durante este tramo destacan los cultivos herbáceos a ambos lados de nuestra senda.

En este punto (Cortijo del Marqués) nos encontramos con la primera bifurcación de la travesía. Debemos coger el camino de la derecha y
tras pasar una cancela empezamos nuestra ascensión por un terreno
horadado. A ambos lados del camino, abundan las encinas, siendo también de gran importancia jaras, estepas, cantuesos, tomillares, retamas, etc…
A la altura de los 2,8 km. queda una balsa o depósito de agua el cual sirve de aporte hídrico para todos los cultivos herbáceos de la zona.
A medida que continuamos nuestra ascensión nos podemos encontrar con fincas dedicadas a la explotación del cerdo ibérico, los cuales se alimentan de las bellotas que crecen en las maravillosas encinas
que se pueden contemplar en este territorio.

Continuamos subiendo hasta llegar al “Cortijo Madrid”, donde la
pendiente se suaviza y donde podemos realizar un descanso bien merecido junto a un pilar el cual sirve de abrevadero para el ganado del cortijo.

Unos 100 metros más adelante llegamos a la segunda bifurcación de la senda, la cual nos dirigirá hasta la cima del “Cerro de Las Salinas”. Tras dejar el camino público y pasar dos cancelas o verjas separadas por 50 metros de distancia aproximadamente, nos adentramos en la finca y comenzamos a bordear el cerro.

Esta zona es de gran interés geológico, ya que existe una surgencia natural de sal bruta desde el mismo manto de la tierra, siendo ocasionado este efecto por la proximidad de la serie silífera del Trías a la corteza terrestre. Antiguamente estas salinas eran utilizadas
por los vecinos para poder salar muchos de sus alimentos. De la misma forma, esta surgencia es la que da nombre tanto al Cerro de las Salinas como al arroyo que nace en dicho cerro y que llega hasta las inmediaciones de Arriate.

A unos 200 metros una vez pasado este punto, podemos coger cualquiera de las veredas que nos llevaran hasta el Vértice Geodésico del Cerro de Las Salinas, situado a 954 metros, donde podremos disfrutar de unas vistas impresionantes.

Para ser una montaña con relativamente poca altitud, es posible observar gran cantidad de pueblos, valles y sierras periféricas, pudiendo incluso llegar a observar Sierra Nevada en días con buena visibilidad en el ambiente.

Esta ruta además tiene una historia a sus espaldas, que con el paso del tiempo su leyenda se ha hecho más y más grande.
Un poco de historia…

Las primeras referencias históricas que aluden directamente al “lugar de Arriate” se remontan al año 1407, cuando el alcaide de Cañete la Real, Hernando Arias sorprendió a los árabes rondeños en una emboscada en las frondas del río Guadalcobacín (junto al Cerro de Las Salinas). Este suceso histórico será conocido como la “Batalla o Celada de Arriate.

Cuenta la leyenda, que los musulmanes que por allí pasaban transportaban grandes arcones repletos de tesoros, fruto de los saqueos a los lugares a los que sometían tras una batalla, o bien como rescate por liberar a algún prisionero. La cuestión, es que se vieron de repente acosados por las tropas del alcaide de Cañete y viendo que estaban
prácticamente a merced del enemigo, que además les cortaba el paso a través del río

Guadalcobacín, y entorpecidos sus movimientos por la carga que  llevaban, decidieron algunos de ellos ascender por el Cerro de Las Salinas y buscar un lugar donde ocultar el tesoro para que no cayera en manos cristianas. Así lo hicieron, y además, antes de morir, muchos de ellos juraron defender hasta más allá de la muerte el botín que allí
ocultaron.

Mucho tiempo después, en plena dominación napoleónica, algunos franceses escucharían en cualquier tasca la historia de lo que acontecería 400 años atrás en el Cerro de las Salinas, y conociendo de su fama de expoliadores, no tardaron entre ellos en formar un pequeño grupo dispuesto a encontrar el tesoro y quedarse con él sin que
nadie se enterase. Así dispuestos se internaron en el monte. Pasaron varios días sin que se supiera nada de ellos, así que sus compañeros del batallón dieron la voz de alarma a sus mandos, quienes dispusieron lo necesario para localizar a los militares desaparecidos.

De esa forma, cuatro días después fueron localizados. Todos fueron hallados muertos, salvajemente asesinados. Lo primero que se pensó fue en que habían caído en manos de algún grupo de guerrilleros españoles, pero poco más dieron de sí las pesquisas ya que acosado por sus superiores, el capitán al mando de la investigación no tuvo más remedio que cerrar el caso, aseverando en su informe que los soldados habían muerto en una escaramuza por rebeldes españoles. Aunque los rumores que decían que las heridas de los soldados fueron producidas por armas blancas, de hojas anchas y curvas, no tardó en expandirse por toda la población, dando pábulo a muchas historias, cada cual más
terrorífica.

Detrás de cada leyenda hay una realidad, dejamos aquí que cada uno saque sus propias conclusiones…